Mitad humano, mitad foca.
Las selkies, como toda criatura mitológica (escocesa, en este caso) no se define, o dicho de manera más elegante, tiene la capacidad de transformarse.
De una manera análoga nos pasa con la duda. Nos (mal)transforma, nos deja a medio camino sin pertencer ni a un mundo ni a otro. Como en un hechizo, aquello que nos detiene nos encapsula en una pregunta constante y en ver pasar las posibilidades de lo que sucedería 𝘴𝘪, pero no logramos decidir ni el momento, la persona, el lugar, la manera, etc.
Entonces como la foquita, aplaudimos con las palmas externas, pero no hacemos nada.
Y nos juzgamos por no accionar, mantenemos un descalificador diálogo interno, nos angustiamos, tenemos pesadillas, las agujas giran locas en el reloj de la vida hasta que ¡pum! algo se desploma por su propio peso como un glaciar y ya no tenemos la oportunidad de volver el tiempo atrás para gestionar una respuesta por nosotros mismos.
Habiendo perdido el 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘶𝘮, la culpa nos espera con la servilleta al cuello.
No temamos dar pequeños pasos, y sumergirnos en alguna decisión. Desdudemos un poco – no somos nuestros errores, y de seguro ellos son más maleables que la parálisis de la inacción, rígida e intransigente.
‘𝘐 𝘢𝘮 𝘵𝘩𝘦 𝘮𝘢𝘴𝘵𝘦𝘳 𝘰𝘧 𝘮𝘺 𝘧𝘢𝘵𝘦: 𝘐 𝘢𝘮 𝘵𝘩𝘦 𝘤𝘢𝘱𝘵𝘢𝘪𝘯 𝘰𝘧 𝘮𝘺 𝘴𝘰𝘶𝘭’ 𝘐𝘯𝘷𝘪𝘤𝘵𝘶𝘴, 𝘣𝘺 𝘞.𝘌. 𝘏𝘦𝘯𝘭𝘦𝘺
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