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Planero y yo

Sesión a sesión espantamos a escobazos la instalada idea de que la certeza de 𝑎𝑙𝑔𝑜 es lo que mejor nos luce y que cuanto más nos alejamos de ello, más 𝑙𝑜𝑠𝑡 estamos.

Llegado el fin de 2020 y sus aventuras, eso se hace muy evidente. Miramos para atrás, y casi nada aconteció como lo planeábamos al levantar la copa hace apenas/ya un año.

Este presente que nos toca vivir, es el plan A. Lo pensaste alegre, te llenó de potencia, te hizo sonreír y lo ejecutaste con toda la energía, con seguridad… pero no está funcionando, aceptalo. Por la pandemia misma o porque la utilizaste como excusa, no importa. Es necesario un plan B y trazar una línea de pequeñas acciones entre uno y otro - el camino más difícil pero efectivo para no dejarnos arrastrar por la ansiedad que genera el misterio de los cortos y largos plazos.

El plan B siempre es una fantasía, si, pero que debemos pensarla sobre nuestra realidad actual, y como tal tiene puntos que no nos gustan - probablemente los que nos sostienen en el A con tal de no adentrarnos en incertidumbres nuevas. Entonces ¿Cómo saber cuándo rendirnos y pasar al otro?

Cuando nos sorprendemos deliberando más acerca del 𝑐ó𝑚𝑜 con B que preocupándote por lo que sucede a-hora, es un buen momento para la transición: A veces lo indica el cuerpo agotado, a veces se esperan decisiones de otros…

Pero el cambio debe ser una decision que lleva 𝑡𝑢 firma. No se admiten socios ahí donde duele lo que no pudo ser. ‘𝐷𝑒𝑠𝑐𝑎𝑛𝑠𝑎 𝑡𝑎𝑛 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑡𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝘩𝑎𝑦𝑎 𝑑𝑜𝑙𝑜𝑟’ -𝐻𝑖𝑝ó𝑐𝑟𝑎𝑡𝑒𝑠





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