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O Captain! My Captain!

La ‘falta’ de salud mental está asociada con debilidad… ¿Pero qué sucede cuando los 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒𝑠 del deporte la traen al centro de la escena? En los últimos días, el capitán del equipo de rugby australiano se animó a decir que no estaba en condiciones mentales para jugar su partido contra los Pumas y se volvió desde Mendoza a casa. Hooper fue un valiente total.


Si tomamos solo una ficha de las que componen ese complejo tablero, nos encontramos con la ansiedad de desempeño.

De manera muy general, ésta tiene dos causas fundamentales:


- La primera es el temor al fracaso, puesto que hay una errónea línea directa entre autoestima y logros que nos convence de merecer el respeto y admiración ajena solo ante el éxito. La contracara de ello es el miedo a la descalificación y condena que se nos sellará si quedamos cortitos cumpliendo las expectativas que se han depositado sobre nuestros hombros. La ansiedad aparece como resultado de ese conflicto.


- La segunda causa y un poco menos a la vista, puede relacionarse con que las metas elegidas nunca fueron -o dejaron de ser- las que verdaderamente queremos. Esa ansiedad es la manera en que el cuerpo nos hace saber que estamos empujando en una dirección que (ya) no es la correcta, y en el juego de encastre queremos meter el triángulo dentro del círculo, mmm no. El perfeccionismo que nos guía es un intento trunco de sobrecompensar el vacío de la autotraición por no hacer lo que ciertamente anhelamos.


Y no somos conscientes de estas sensaciones encontradas porque estamos ocupados obligándonos a 𝑟𝑒𝑠𝑖𝑠𝑡𝑖𝑟. Alto ahí.


Como Hooper, poder preguntarnos ‘¿Realmente quiero ésto para mi?’, analizar el costo-beneficio y confrontar temores puede destrabar el mood y el modo en que nos desempeñemos ante un proyecto y podamos capitanearlo.

Porque es nuestra propia mirada sobre lo que hacemos la que más debe importarnos e impulsarnos a jugar el partido.




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