El domingo llega a su mediodía con un rosado al sol y filosofía barata – nos permitimos eso los fines de semana.
Mientras emprolijábamos la diferencia de pronunciación entre ‘would like’ y ‘good luck’, la vecina emerge del silencio y enfatiza el ‘good luck’. A partir de ese momento y con verja mediante, los tres conversamos de pie durante una hora ya que Rustu dormía en el deck y no ladró.
La vecina nos ilustra acerca de las flores en su jardín de invierno – de calabacín, hermosas. Yo le muestro nuestro tan simbólico mate y ella pregunta si la yerba puede ponerse en otras recetas. Más tarde Juli le regala un molinillo de sal rosa y negra del Himalaya– con el bonus de explicarle que la negra se usa para el veganismo en reemplazo del huevo, por tener un olor similar.
Lo digo sin orgullo alguno, nosotros estamos muuuy lejos de ser veganos.
En este encuentro multicultural, la vecina escocesa saca el tópico del brandy – si, en la tierra del whisky ella nos habla de brandy. Cual souvenir de gracias por venir en cumples pre-covid, le entregamos una copa con Carlos I para que pueda degustar cuando le parezca apropiado – Como ayer, que la vi contemplando una de sus pinturas rodeada de sus hierbas mientras escuchaba música y tomaba una copa de vino blanco. La Vie en rose…
Finalmente, nos ofrece plantas de lechuga que cultiva en el mismo prolífero jardín. Hace apenas una semana me tocó regarlo unos días, y pude leer todos los cartelitos de sus minihuertas: Qué lejos tuve que venir para que alguien me confíe su vida verde. Pero mi amiga Ceci dice que si se me necesita para una función específica respondo muy bien, así que hice honor a su concepto sobre mi, y regué como si supiera.
La astuta vecina supo que carecíamos de tierra así que mientras nos entregaba su ofrenda, nos proveyó de un poco para pasar la lechuga a tuppers más grandes. Al devolverle la maceta negra de vivero, sonrió y dijo:
- ‘Qué mal estamos: en mi cultura si nos entregan un recipiente vacío, debemos llenarlo y volver a entregarlo, y en la ustedes, es menester aceptarlo. Esto puede extenderse un rato largo’.
Resguardándola de ser políticamente correcta en Reino Unido, le dije ‘Probá la sal a ver qué te parece. Si no te gusta, nos la devolvés sin compromiso’.
- ‘Si no me gusta, me tomo el brandy y me olvido. No se preocupen’, concluyó con elegancia.
La multiculturalidad fomenta el respeto, la tolerancia y la libertad. Lo he leído y mencionado, pero lejos de casa lo compruebo todo el rato.
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