Hasta hace unos años nunca hubiese imaginado relacionarme con culturas como China y Corea las cuales están muy por encima de mis capacidades y me tienen aggiornándome, honestamente. En consonancia, durante varios meses mi marinovio insistió con hacerse de un bonsai, se me sugiere una propuesta laboral y en el descanso me divierto con Cobra Kai. Me río y me fascino al ver que Daniel San no es tan perfecto. Entonces también me encuentro acercándome a la cultura japonesa.
Filosofía maravillosa.
Interrumpí ayer mi discurrir porque desde la cocina se escuchaban peleas: parece que el lavavajillas, la escoba, la aspiradora y el lavarropas ponen de manifiesto reproches que concentran lo más individualista de los integrantes de la discusión. Por encima, padre ‘ordena’ la situación especificando todos los esfuerzos que é𝘭 hace. Esta vez decido no meterme (trabajo duro para ello) y vuelvo a mi sillón. El Universo comprende lo que sucede en casa y mis manitas canalizan su sabiduría: tomo uno de los libritos de Japón que compré y lo abro en la pág 41. El título: El ‘yo’ y el ‘nosotros’. Y reza:
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑜𝑧 𝑑𝑒𝑙 𝑔𝑟𝑢𝑝𝑜 -𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑜, 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎, 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑒𝑙𝑎, 𝑔𝑟𝑢𝑝𝑜 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙- 𝑒𝑠 𝑚á𝑠 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑔𝑟𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑖𝑛𝑑𝑖𝑣𝑖𝑑𝑢𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝐽𝑎𝑝ó𝑛 𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 ‘𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠’, 𝑒𝑠 𝑔𝑟𝑢𝑝𝑖𝑠𝑡𝑎. 𝐸𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑜𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑒 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑜 𝑎𝑙 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛𝑖𝑎 𝑎 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒, 𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑝𝑎𝑟𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑦 𝑒𝑙 𝑟𝑜𝑙 𝑎𝑙𝑙í 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑚𝑝𝑒ñ𝑎𝑑𝑜 𝑦 𝑝𝑜𝑟 ú𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝑒𝑙 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎. 𝐴 𝑛𝑖𝑣𝑒𝑙 𝑆𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑, 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑑𝑖𝑣𝑖𝑑𝑢𝑜 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑓𝑒𝑟𝑖𝑟á 𝑎 ‘𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑗𝑎𝑝𝑜𝑛𝑒𝑠𝑒𝑠’ 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑚𝑖𝑡𝑒 𝑝𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑣𝑖𝑠𝑡𝑎.
Me pareció que volver al silencio que reinaba ahora en la cocina y compartirlo con ellos, me iba a tornar en un innecesario chivo expiatorio. Me quedé calladita y tampoco me metí.
Me fui a regar al Bonzo.
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