Hacer silencio es darle prioridad al pensamiento incansable, capaz de decirnos todo con una claridad que se amontona y urge poner en palabras pero se traba justo ahí, a la salida de la garganta que arde de verdad. También es gritar bien fuerte en una discusión y tapar la carencia de argumentos buscando amedrentar al otro, diciendo cosas terribles de un pasado que en ese momento de agite se hace muy presente.
Hacer silencio puede ser la manera más articulada de contarnos lo que hemos descubierto de nosotros mismos y que nos explota dentro como una témpera pisada en el extremo. Los silencios son pequeñas gemas que suceden en momentos tan distintos de cada individuo que son difíciles de asimilar sin hacerles atribuciones de lo que esconden. ¿Y qué esconde el otro cuando calla? Quizás no lo hace precisamente cuando no habla, sino cuando dice, pero a nosotros nos cuesta sentarnos a escuchar.
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