…Que tomaste la decisión correcta. Placeres, si los hay.
Ese pequeño triunfo propio mientras tomás un sorbito de café y te decís ¡𝑀𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙!.
No importa qué sea: el talle correcto a ojo sin probártelo, un poco menos de azúcar a la receta habitual y que quedó riquísima, una separación a tiempo de 𝑒𝑠𝑎 persona, unas vacaciones a las que apostaste todos tus ahorros, un trabajo nuevo que desconoce tu trayectoria en el anterior, una firma que decidiste no trazar, ese 𝑙𝑖𝑘𝑒 que te animaste a dar, una propuesta por izquierda que te determinaste a no dejarte tentar, un momento que tuviste y que luego no volvió más.
Como buenos neuróticos que somos, tendemos a correr detrás de lo 𝑏𝑖𝑒𝑛 que nos hubiera ido si hubiésemos torcido el destino de algunas resoluciones, pero las (pocas) veces que estuvimos en lo cierto (o elegimos creerlo, lo cual está hermoso también), son para destacar y hacer perdurar.
Como cuando sentís el solcito de otoño en la cara. Quedate ahí un ratito más cerrando los ojos y sonriendo.
No se trata de probarle nada a nadie, porque sino se pierde el efecto de la tibieza.
La victoria es con uno mismo, con haberse sabido escuchar a tiempo y no autocuestionarse una y otra vez por algo que dictaba el corazón. Se sintió que se tenía que hacer, y se hizo.
Y hoy, lo disfrutás.
A todos los que en estos días hayan confirmado lo acertado de una elección valiente, abrazo a la distancia. A los que no, habrá que subir el volúmen de esa vocecita que tienen en el fondo de la fila. Ya es hora.
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