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Blanca y radiante

Los vecinitos de arriba me despertaron el domingo a las 6.30am y aunque pueden imaginar que no celebré la situación, mi fastidio quedó disipado por haber sido tesigo desde mi ventana de la nevada debut de la temporada -insisto, a las 6.30am. Y yo ahí, felíz de ver el jardín y la calle blanqueados mientras los copitos volaban de un lado a otro.


¿Por qué esta escena repetida ya muchas veces en mi vida me hace sentir como si fuera la primera vez que lo experimento? Es una memoria que viene ‘de otro lado’.


La memoria emocional es uno de los aspectos centrales de la identidad humana: nuestros recuerdos autobiográficos más vívidos suelen estar asociados a emociones muy fuertes.Esta memoria se relaciona con el aprendizaje, almacenamiento y recuerdo de un evento asociado con la respuestas fisiológicas que se daban en el momento en que tuvieron lugar los sucesos.


Es decir, que no se trata de que me 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑜 de las nevadas anteriores, sino que queda debilitado y a lo lejos lo que sentí. Por lo tanto, en presencia del mismo estímulo, mi cerebro evoca las emociones asociadas a esa verdadera primera experiencia. Por eso yo ahí, felíz con la nieve… probablemente como cuando la conocí en Bariló hace ya muuuchos añitos.


No es tanto la importancia del evento en nuestra historia lo que hace que recordemos mejor o peor un suceso, sino la profundidad de las emociones experimentadas entonces. De ahí que a veces nos preguntan con asombro, ¿𝐶ó𝑚𝑜 𝘩𝑎𝑐é𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑎𝑐𝑜𝑟𝑑𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜? Nos acordamos de algo aparentemente insignificante para otros por la respuesta corporal que ello nos generó al vivirlo.


En general, los recuerdos asociados a emociones lindas se recuerdan mejor y más detalladamente que los negativos, en especial a medida que envejecemos.


Con Rocky IV me pasa lo mismo que con la nieve, pero eso es para otro posteo.



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