La dejé de ver en un invierno argentino y la volví a ver un año después en mi verano escocés… En el consultorio o en su casa, no importa la temperatura, ella siempre va a tener calor en algún momento de la sesión.
La primera vez que vino al consultorio, tuve que interrumpir su 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟 para atender un llamado que me era ineludible – los que me conocen saben que no lo hago nunca, y lo digo con cierto orgullo. Creí que por ser la peor psicóloga del mundo no iba a volver, pero Fernanda siguió viniendo. Fernanda no se da por vencida nunca. Genera, crea, delimita, difumina, borra y vuelve a crear.
Les contaba que volvió y siguió desenvolviendo el paquete de su vida, y me compartió tristezas alegrias y tristezas (si, en ese orden) con personas favoritas que formaron parte de su andar y hoy ya no.Cada 15 días recibe un ramo de flores nuevas que no le regala nadie, no porque no tenga quien lo haga, sino porque se las compra ella misma, porque se copa con el emprendimiento de otra voz femenina amiga. Y salvo cuando las cambia de habitación porque combinan mejor en otro lado, forman parte de nuestras citas junto a la estatuilla que era de los abuelos, detrás a su izquierda. Por cursi que parezca, desde allí ella tambien florece desde hace unos meses y ríe, y no hace tanto se da el aventurado permitido de llorar, casi confirmándose que tanta entereza no le garpó… pero lo que no se si sabe es que así es un poco más Fernanda, porque a veces 𝑎𝑚𝑜𝑟𝑡𝑖𝑔𝑢𝑎 tanto impacto que no parece real.
Por momentos cree que no va a poder recuperar lo que tenía, pero todos hemos incurrido en el error de salir a rescatar (?) lo que se nos enseña que está bien perseguir para luego atrincherarnos en esa quietud infinita y agobiante. Fernanda quiere con la fuerza de todos los colores que hay en su casa, en sus accesorios y en su voz clariiita y juguetona como un puntito rojo que indica las palabras a cantar en un karaoke.
Fernanda quiere, y va a poder. Yo sólo le propongo abrirle mis brazos y el skype.
Comentarios